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viernes, enero 30, 2009

Elton John en Chile

Elton John en Chile: El amor se sintió en la noche santiaguina

Por Juan Paulo Roldán

Es curioso. Sobre el escenario, el británico Elton Johh (61 años) deja de lado sus extravagancias, las rosas sin espinas con tallo de 11 centímetros que adornaron su camerino, los zapatos con plataforma o sus enormes colecciones de lentes con brillantes.   

Reginald Kennett Dwight (su verdadero nombre) se ve más sencillo cuando se sienta detrás del piano a cantar sus grandes clásicos. Hasta se da el tiempo para firmar algunos discos de vinilo de un grupo de fanáticos. Se vuelve albackstage con un gorro con los colores de la bandera, que dice “Chile” con letras blancas y se retira haciendo el gesto de la paz con los dedos.  

Pareciera que el escenario es el verdadero hábitat de este artista que con más de 250 millones de discos vendidos pareciera tenerlo todo para ser exitoso y retirarse de la escena musical. Pero Elton John es inquieto, trabajólico y prefiere seguir tocando el piano, grabando discos y dando más de 100 conciertos al año.  

Las luces se encienden y el piano comienza a sonar en medio de una sinfonía de sintetizadores. “Funeral For a Friend/Love Lies Bleeding”, el clásico que abre “Goodbye Yellow Brick Road” – su disco más existoso- despierta al Movistar Arena que seguía embelezado con la voz pastosa del telonero James Blunt.  

“Madman Across The Water” y “Levon” son dos temas para fanáticos, que John interpreta en versiones extensas con virtuosos solos. El público recién comienza a tararear “Tiny Dancer”, canción que se hizo conocida por la escena del bus en “Almost Famous” de Cameron Crowe.  

Los puntos más altos de la noche: la interpretación al piano de “Candle In The Wind”, dedicado a Marilyn Monroe; “Goodbye Yellow Brick Road”; “Don´t Let The Sun Go Down On Me”; “Crocodrile Rock” (cantada por todos); “Saturday Night´s Alright For Fighting”; “Honky Cat” (no la interpretaba desde la década de los 70) y “Believe”.  

Después de una breve pausa, el británico cerró con dos clásicos románticos: “Can You Feel The Love Tonight” de la banda sonora de “The Lion King” y “Your Song”, un temazo que compuso en el living de su casa cuando no era famoso ni en el barrio.  

En 2 horas y media, el amor se sintió en la noche santiaguina y las 10 mil personas se retiraron satisfechas de haber compartido una jornada musical extenuante pero a la vez necesaria: es en el escenario donde Elton John deja de lado sus excentricidades para sentarse al piano a cantar. Tal como lo hacía hace 40 años cuando componía sus canciones en el living de su casa y nadie lo conocía.

martes, enero 06, 2009

Adios a las disquerías de Viña


Por Juan Paulo Roldán

Somos una especie en extinción, lo reconozco. Ya no somos tantos los que vamos a las disquerías a revisar los estantes y ver las carátulas de los álbumes, donde llamaban la atención los colores, el tamaño de las letras o las imágenes cargadas de conceptos, como pequeñas obras de arte que en su interior encerraban un manantial de notas musicales.

Ahora la música se lleva en el computador, en el Ipod, en el celular o en el MP4 y se baja de Internet de manera gratuita o cancelando una cifra exigua: no hay que esperar meses a que lleguen los discos a Chile o tener un tío marino para que lo traiga de Estados Unidos o Europa.

La música se transa fácilmente en la red y se accede incluso a los trabajos de los artistas, antes de que lleguen a las tiendas. Viva la democratización de las canciones, que pueden agruparse u ordenarse de manera libre, sin tener que esperar que los sellos compilen tus propios “greatest hits”.  

Sin embargo, no puedo dejar de lado la nostalgia que encierra la compra de discos en una tienda de música. La reflexión se produjo luego de que cerraran grandes disqueras en pleno centro de la Avenida Valparaíso (algunos se acordarán de la fabulosa Spec de la galería Pleno Centro o la enorme Set Musical al lado del Cine Arte).

Recuerdo a mi tío Marcelo, que viajaba de La Ligua para comprar un vinilo de The Beatles o un concierto de Elton John en el Madison Square Garden.

Esas tardes de verano eran un acontecimiento para nosotros y toda la familia se volcaba a las tiendas a escuchar música, revisar las carátulas de los discos para luego recorrer la calle Valparaíso y comer helado.

Ahora la música se baja o se consume de manera individual con los audífonos y una forma de compartirla en grupo es cantando a viva voz en un karaoke o en el ritual del concierto en vivo, contexto que ha obligado a los artistas a dejar sus mansiones barrocas encargadas con el vecino y retomar la guitarra para cantar en estadios.

Este año fue prodigioso en recitales en Chile y ya hay interesantes conciertos para el 2009. Que cierren las disquerías en Viña, no significa que muera la música o que desaparezcan los discos. Ahora serán material para coleccionistas, así como los cuadros de arte.

La música como fenómeno social no morirá. Es cosa de ver el interés que despierta el show de un salsero en la Quinta Vergara para confirmar que la forma de acceder a ella cambió, pero sigue más vigente que nunca.